La escuela de la vida enseña, como
clase principal, «la vida en familia». A ella no se puede escapar, ni siquiera
siendo huérfano, porque de su orfandad sacará enseñanzas.
En este concepto de reencarnación
escogida y querida, la familia es mucho más que un reflejo de tu personalidad,
es el espejo de tu alma. Más aún, ésta es mensajera y guardiana de lo que
aprendas en esta vida.
A algunos, la familia les enseña a
conseguir el desapego emocional; a otros, a vivir sin expectativas. No importa
el número de vidas que vivas, todas ellas serán
necesarias para tu propia comprensión.
Cuando se toma plena consciencia de que
la elección familiar ha sido premeditada, uno se da cuenta de que debe dejar de
luchar contra uno mismo. Los reproches, los rencores, las decepciones y las
expectativas que había albergado hacia mis padres perdieron, poco a poco, su sentido.
Tuve que aceptar haberme encarnado junto a esas personas que son, en
definitiva, las que me habían ayudado a comprender tantas cosas y que,
seguramente, no habría encontrado un entorno mejor para evolucionar. Utilizando
palabras tan simples como: «Gracias,
te quiero» ante las
dificultades que he experimentado con mi gente, siento completa gratitud. La gratitud
va hacia al padre, hacia a la madre, hacia al hermano y hacia mí.
La práctica de Ho’oponopono es una
forma de acelerar el proceso de aceptación de tu condición humana para,
seguidamente, hacer el aprendizaje necesario para la evolución de tu alma o Yo
profundo. Reencarnándome aquí, en este período, he querido participar en el
descubrimiento del amor propio o, lo que es mejor, quizás he querido vivirlo
plenamente a la espera del último estadio de la evolución del alma. Lo cierto
es que no importa la razón y acepto mi vida con mi gente.
Tienes la oportunidad de aprender a
amar gracias a tus seres más cercanos. Que creas o no en la reencarnación, la
familia está ahí para enseñarte a amar la parte que tanto denigras. Es el
reflejo de lo que quieres esconder en lo más profundo de ti. Es un mensaje de
tu Yo profundo.
¿No te has dado cuenta de que las
reflexiones de tus seres queridos meten el dedo en la llaga, sistemáticamente?
Puede que sea porque te conocen bien o, probablemente, porque tú has creado la
situación propicia que te ha conducido al conflicto. Eres el creador de dicha
situación. Has hecho todo lo posible para que las memorias erróneas que se
asentaban cómodamente, afloren, se desvelen y puedas limpiarlas. Tu padre o tu
madre no han hecho más que responder a esa necesidad y transmitir el mensaje a
tu Yo profundo. ¿Por qué no aprovechar momentos familiares para hacer una
limpieza intensiva?
Por ej. «Cuando estoy con mi tía
Josiane siempre me habla de problemas de dinero. ¡Y me saca de quicio cada vez
que lo hace! Tengo la sensación de que cree que estoy forrado».
La interpretación del propósito de la tía
Josiane es, seguramente, falsa, pero la emoción que te despierta es bien real.
En ese momento preciso, puedes «activar» el proceso de Ho’oponopono: «Perdóname, me siento fatal por
haber provocado esta situación. Gracias, tía Josiane,
por haberme descubierto esta memoria errónea. Te
amo, por ser la mensajera, tú, que formas parte de mí… y de mi familia».
Lo mismo pasa cuando a tu hermana le
acaban de detectar un cáncer y sigue fumando cigarrillos, uno detrás de otro.
Es inútil encolerizarse ni transmitirle tu inquietud, tienes una herramienta
maravillosa a tu alcance: «Lo
siento, gracias, te amor». Repítelo tantas veces como sea
necesario y envía ese amor a tu hermana.
Cuando el juicio desaparece y la
inquietud se calma, es posible comunicarse y actuar conjuntamente para que esa
enfermedad no sea un pesado fardo para todos.
Cuando el proceso del amor haya
empezado, irradiará amor a tu alrededor. Todos los que te rodean sentirán esa
paz y las reflexiones cambiarán para volverse hacia el respeto. El espejo que
es la familia puede convertirse en el reflejo del amor que nos conecta a todos.
Tu alma ha seleccionado las mejores
herramientas para tu desarrollo personal: tus hijos, tus padres, tus abuelos,
tus hermanos, tus hermanas, tus tíos y tías. ¡Úsalos! Sirven para hacerte
crecer.